Por Rosario Navarro Presidenta de la Sofofa
El cambio es una constante. Hemos cambiado una y otra vez: cómo vivimos, nos relacionamos, trabajamos, nos organizamos, nos comunicamos. Pero esta vez es distinto porque la velocidad ya no es lineal, ahora es exponencial. También por la simultaneidad con la que ocurren estos fenómenos, todo está sucediendo al mismo tiempo: cambios sociales, geopolíticos, tecnológicos, medioambientales.
El mundo ya no espera. En este contexto, Chile tiene ventajas comparativas: puede ofrecer certeza y suministro confiable de insumos estratégicos. Pero ser fiable no es un regalo; es una responsabilidad que exige elevar el estándar y anticipar tendencias.
Las recientes reuniones internacionales de SOFOFA en Estados Unidos y Europa evidencian que no hablamos desde un costado sino desde el centro de la conversación global. Al vincularnos con instancias globales estamos construyendo visibilidad y reputación para el país. En foros multilaterales enfatizamos la necesidad de reglas claras y estabilidad jurídica que permitan a las empresas planificar, competir y exportar. Hablamos de innovación, propiedad intelectual e inteligencia artificial porque esos son los temas que abren mercados y atraen inversión tecnológica.
La innovación es el combustible del progreso. No es un lujo, un tema limitado a seminarios y debates: es la receta para aumentar la productividad, crear mejores empleos y migrar hacia actividades intensivas en conocimiento. Para esto es necesario un ecosistema: educación que forme talento, marcos institucionales que faciliten la inversión y una Ley I+D que reduzca barreras y entregue beneficios directos.
Hoy gastamos en investigación una fracción de lo que destinan las economías líderes: en Chile el gasto en I+D representa 0,39% del PIB, mientras que en países desarrollados es de 2,5%. Esto nos obliga a acelerar y a pensar transversalmente, articulando a los sectores público, privado y la academia.
Para SOFOFA esto es oportunidad y deber al mismo tiempo. Oportunidad porque la industria chilena puede estar en el corazón de la transición energética, la minería sustentable, la tecnología y la productividad global. Deber porque ser un socio confiable implica no solo defender intereses inmediatos, sino proponer soluciones con visión de largo plazo.
Avanzar exigirá acción decidida: políticas públicas con evidencia, empresas que renueven sus prácticas internas con foco en la capacidad de adaptabilidad y una educación que entregue habilidades para trabajos que aún no existen. La transformación exige creatividad, adaptabilidad, intuición y colaboración.
La clave está en combinar certeza institucional, innovación y talento. Juntas, esas fuerzas pueden convertir desafíos globales en ventajas competitivas para Chile, ser el motor fundamental que moviliza la economía y así el bienestar de las personas.
No podemos permitir que la costumbre trace caminos obsoletos; hay que delinear rutas nuevas que nos lleven más lejos y más rápido sin perder nuestro foco: recuperar un crecimiento del 4%. No es una apuesta a medias: es definir un camino con sentido y convicción. Si queremos que el país compita y prospere, debemos actuar ahora: construir puentes, levantar estándares y establecer reglas claras. Hoy tenemos la oportunidad, y responsabilidad, de ser protagonistas.